“Quiero morirme ya, viví lo suficiente, estoy cansado de seguir” Adulto mayor de 80 años al perder a su esposa después de 60 años de matrimonio.

No queremos ser partícipes de la muerte, pero es lo único que tenemos seguro de vivir, son dos caras de la moneda, perder a quien amamos y quedar con el dolor tanto físico como emocional, o morir y dejar a las personas con ese mismo sufrimiento acá en la tierra, por ello no deben ser desconocidas las consecuencias posibles que pueden ocurrir en cada uno de los miembros de la familia, desde el más pequeño hasta el más grande en el duelo por muerte.

Una vez escuche que alguien dijo que no sería difícil hablar o soportar el dolor cuando se era mayor, porque se había aprovechado la vida y pues que tan cortó sería este argumento, al saber que cuando más agobia a nivel psicológico y social a una persona es en la adultez mayor. La lucha constante de una vida acuestas, perdiendo contemporáneamente pareja, amigos, hermanos, incluso hijos, los vestigios del nicho vacío (tiempo de separación cuando los hijos se hacen mayores y abandonan el núcleo principal), los estados de reflexión y dejado de legado, son cambios que los adultos mayores atraviesan, que sumado a la muerte de alguien cercano y la poca capacidad de afrontamiento, conducen directamente a la depresión o al suicidio. A pesar de la importancia y la preocupación por el adulto mayor; la normalidad es que no se presente duelos patológicos en esta etapa de adultez ya que hay mecanismos que permiten adaptarse y acomodarse naturalmente al periodo de impacto inicial, ya que el adulto mayor ya tiene conciencia madura y experimentan con mayor facilidad la resignación que pueden en muchas ocasiones hacerlos estables y encontrar el aprendizaje positivo de la situación difícil. (Gamo y Pazos, 2009). No obstante, al pasar la etapa inicial con facilidad, los estados de tristeza se mantienen en el tiempo ya que no es tan fácil adaptarse al cambio que mantuvieron durante muchos años. (Carevic, 2003:5, citado por Brenes)

A lo anterior debemos sumar situaciones como la jubilación, el no sentirse respaldados por su familia, abandono, perdida de la sexualidad, soledad, la viudez y la inestabilidad económica, que se caracterizan por asociarse con todas las pérdidas que han tenido en la vida, la experiencia que adquirieron, las posibles enfermedades que lleven en curso y la diferencia generacional al ser educados en épocas donde no era aceptado demostrar dolor. (Jerez, 2017).

Los adultos mayores requieren como todas los surcos generacionales atención y amor ante el duelo, a veces queremos obligarnos como familia a no sentir dolor y demostrar fortaleza, cuando sabemos que no podemos mantenernos firmes; no intentemos mentir, porque cuando se descubra la verdad, habrá un sentimiento de engaño que puede complicar los síntomas a nivel familiar, de lo contrario que el adulto mayor sepa que todos los miembros de la familia están afectados, pero conscientes de las personas que todavía están vivas; poder generar espacios en familia, donde no se obligue a nadie en cambiar su estilo de vida, pero que si haya un acompañamiento supervisado y muy observador de las situaciones que podrían ser alarmantes, no asustarse con llanto continuo, palabras y pensamientos negativos porque ellos son naturales del duelo, pero estar atentos, a abandono del aseo, de las comidas, de los medicamentos si se consumen, estar pendientes a cambios demasiado abruptos y brindar el espacio para cuando vuelvan los recuerdos, la nostalgia o las historias de homenaje a esa persona que ya no está.

El objetivo de este acompañamiento, es que la muerte no sea catastrofizada, hablar de ella sin miedos, escuchar mucho más que hablar, incentivar a que se demuestren las emociones, responder todo lo que se pregunte, todas las dudas que surjan en ese momento de confusión, estar ahí para ayudar a reconstruir la vida interna y externa (Díaz, Losantos, Pastor, 2014)

Busquen que el adulto mayor pueda mediante sus gustos hacer un homenaje a esa persona que perdió, puede ir desde la escritura hasta ceremonias o rituales de tipo espiritual.

No dejen que los momentos de dolor y recuerdo tales como aniversarios, cumpleaños o fechas especiales a nivel familiar sean tomados con soledad o vacío, busquen que la familia sea el principal apoyo en esos días y que las tradiciones que se hicieron por esa persona o que mantuviera la familia no se pierdan, se deben continuar como homenaje a esa persona.

Sanar es un proceso voluntario e interno, pero que necesita empujones, el adulto mayor tiene todavía derecho a sanar y a cultivar su amor por la vida, la forma en la que sea protegido e impulsado a no verse a sí mismo como víctima, o a estar en condición de debilidad, hará que el mismo tenga la capacidad de buscar los motivos por los cuales surgir, es verdad que a veces tenemos complicaciones físicas o de salud que implican esa indefensión, pero recuerden siempre que las enfermedades físicas desgastan porque hay un alto porcentaje de complicaciones psicológicas, si hay un corazón feliz, acompañado y sano, el cuerpo por sí mismo saca la fuerza de donde menos la esperamos.

“Un hombre no envejece, cuando se le arruga la piel, sino cuando se le arrugan los sueños y las esperanzas” Anónimo Acción Poética

Referencias

Díaz, P. Losantos, S. Pastor, P. (2014). GUÍA DE DUELO ADULTO Para profesionales socio-sanitarios. Madrid, España. Edición no Veral.

Gamo, E. Pazos, P. (2009). El duelo y las etapas de la vida. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría: Vol. XXIX, núm. 104, 2009, pp. 455-469. Madrid, España.

Brenes, Y. ().”Adultos (as) Mayores Construyendo Procesos de Duelo Adecuados”. Revista de Trabajo Social # 71 (www.binasss.sa.cr/revistas/ts/v32n712008/art2.pdf)

Jerez, J. (2017). Envejecimiento y duelo. Instituto Nacional de Geriatría

PSI. Jenny Paola Peña Hernández

Asesor Familiar de Duelo Bogotá D.C