Hay una tradición en mi familia los domingos, reunirnos en la mesa a compartir el almuerzo y comentar temas o situaciones vividas en la semana. El último domingo, que tuve la oportunidad de estar en la casa, mi papá contaba una anécdota de sus días laborales, como es costumbre, a lo cual todos reíamos sin parar, luego de un minuto de carcajadas tuve un lapso mental (sensación de perpetuarse, sin explicación alguna y sin elaborar cognitivamente ningún contenido) y con una inocencia peculiar les pregunté: ¿Familia, ustedes qué quisieran al morir, que los entierren o que los cremen?. No llegué a pensar que esa pregunta iba a traer caras largas y frívolas; no era para menos, el silencio se hizo rotundo y hasta llegué a imaginar que tragaron entero. A pesar de que mi familia conoce mi rutina, que muy cerquita si está de la muerte, lo que menos llegaron a imaginar era tener que responder ese dilema. El tema coco le digo yo.
Haz el siguiente ejercicio mental: vas caminando por una calle oscura porque no hay otro camino para llegar a tu casa, inmediatamente tu cerebro empieza a enviar señales de alerta y a generar adrenalina (hormona encargada de la huida y la excitación), por varios factores del ambiente se originan sentimientos de soledad, hay oscuridad y esto te genera miedo, ganas de llorar y demasiada palpitación; creas una historia mental: ser perseguido, aparecerá alguien hacerte daño o quizás de está no te salvarás. Al ponerte en esa condición de imaginar un suceso con carga emocional negativa, lo que hice fue implantar una situación desconocida, fijarla en tu memoria y condicionarla a factores ambientales; definitivamente si llegaras a vivir esta situación en la vida real, recordarás este momento de lectura (no es de preocuparse, es un ejemplo) sin embargo al crear estas situaciones peligro, como seres humanos buscamos la manera de evitarlas o de proponer posibles soluciones al momento de que estas ocurran y aún más, si por aprendizaje las hemos sorteado. Claramente no estoy proponiendo pensar 24/7 en situaciones negativas, pero sí, en usarlas a favor. Si utilizamos tiempo valioso en pensar y rumiar lo que nos ocurre diariamente, por poco significativo que sea, ¿por qué no usar ese recurso cognitivo en auto-evaluarnos o imaginar que pasaría sí?, para que cuando ocurra sepamos al menos como lidiar con ella en un plano organizado. Es como el ejemplo de ganarse la lotería; empiezas a generar todo un sin número de opciones de qué hacer con el dinero. Ahora está, ganarse la lotería es poco probable, ¿por qué no pensarlo con algo que tienes 100% de probabilidad de que ocurra? La famosa muerte.
La vieja retahíla convertida en discurso de primaria que nos hacían repetir “nacemos crecemos, nos reproducimos y morimos” debería ser replanteada, pero podría estar ubicando mucha responsabilidad en la población educativa que ya tiene muchas situaciones por las cuales preocuparse, no obstante, si se trata de salud mental podría hacer hincapié en la inmensidad de problemas que se estarían evitando en el futuro, con el simple hecho de que a los niños en la educación primaria se les hablara con palabras sencillas de la muerte, el simbolismo, el ritual, lo que implica perder físicamente a alguien con quien compartieron espacio, aprendizajes, apego y dejar de minimizar el tema dentro de la clase de biología. Entonces ¿quién tiene la responsabilidad?; todos, padres, hijos, cuidadores, hermanos etc., todos tenemos la varita mágica del truco de la vida, siendo esta misma la pareja incesante de la hermosa muerte.
Este no debe ser un tema coco, debe hablarse, sepan que puede ser explicado desde muchas esferas, cultural, social, religiosa, pero sin irme a inmiscuir en situaciones de otro tipo, aquí lo verdaderamente importante eres tu. No importa si ya has experimentado muertes cercanas, probablemente por aprendizaje sabes qué ocurrió a nivel físico, mental y familiar y de qué manera cambio tu vida; el hecho es que después del suceso, tenemos la tendencia a esconder, a olvidar. No se han preguntado ¿qué cabo suelto quedó?, ¿qué familiar no ha podido superar esa pérdida y le da miedo decirlo?, ¿quién sigue llorando a escondidas?, ¿qué conflictos trajo esa muerte?, ¿a quién unió o quién separó?, podría quedarme enumerando las consecuencias psico-sociales que pudo haberse desencadenado y no pararía.
Ahora por un momento, imagina que tú y tu familia viven una muerte violenta, un accidente mortal, una enfermedad terminal, qué decisiones tomar, qué camino coger. Con esto quiero intentar movilizar tu vida de la zona de confort en la que se encuentra, en una continua rutina de camino al trabajo, a la casa, a la universidad, o tal vez al colegio. A veces nos portamos de forma confianzuda con la muerte, creyéndonos los dueños del tiempo.
Gracias a la experiencia adquirida con personas y familias que viven procesos de duelo, he llegado a la conclusión que el miedo a hablar de lo que se siente frente a las personas que más amas “tu familia” es la primera barrera que como profesional he tenido que vencer. Otra de ellas es el sentimiento de culpa que naturalmente como seres humanos generamos, pero que permeabilizamos con problemas familiares, económicos y sociales. Por si fuera poco el talón de Aquiles sigue siendo para mí, la falta de hablar en vida de la muerte.
En asesoría psicológica, en la primera etapa del ritual funeral, como profesional explicas a nivel físico, mental y socio-familiar qué pensamientos, sensaciones y situaciones van a ocurrir, y pones en plano real focalizando los sentidos e inhibiendo un poco la culpa, (explicado en palabras sencillas: estas ilusionado con algo o alguien, pero llega alguien cercano a bajarte de la nube, ese jalón; la sensación de tocar el piso, es más o menos lo que ocurre), el objetivo es orientar y permitir un duelo positivo en familias y personas afectadas y confundidas, que se preguntan reiteradamente si lo que sienten es normal, ensimismadas sin creer que a su familia pudiera pasarle eso y dejando sobre la mesa conflictos de todo tipo, originando estados emocionales demasiado alterados que no permiten que sus propios cercanos vivan en medio del dolor, tranquilidad y homenaje, si no que generan ambientes hostiles llenos ira y poco perdón.
Mi propuesta para ti querido lector, es que lleves a todos tus conocidos este mensaje, tómate un tiempo para empezar a tocar el tema con delicadeza, evalúa si hay situaciones culturales, sociales y/o religiosas que permitan el acercamiento, pregúntales a todos ¿qué ocurría si faltase algún miembro de la familia?, ¿con quién hablar?, ¿qué homenaje les gustaría recibir al morir?, ¿qué deseos tienen tus cercanos?, ¿qué lugar eligen para su ritual funeral?, ¿qué destino quieren para su cuerpo o sus cenizas?. Si hay miedo, empiécenlo a vencer gradualmente, todo es un proceso que si se programa con anterioridad va a permitir que se integre cerebralmente. Con todo ello no pretendo dar estrategias para quitar el dolor, para pasar la página rápido, eso sería una falsa promesa, al contrario el dolor será tan alto que tú mismo no sabrás si alcanzarás a soportarlo, pero podrás ser consciente de tu realidad y la de los miembros de tu familia que estén físicamente sobrellevando este suceso, permitirá un proceso positivo, constructivo y en medio del dolor encontrarás propósitos, aprendizajes y constantes cambios como persona y como familia. Si hay niños, propongan juegos, dibujos, charlas sencillas, que involucren a todos los integrantes del hogar, explicar las emociones tanto positivas como negativas y hacerles saber que son normales. Por otra parte plantear inconvenientes simples; como por ejemplo: quién se haría responsable si quedaran niños, dónde se encuentra la documentación importante para la familia, a quién recurrir en caso de caos, de emergencia; aunque lo veamos básico, puede liberar tensión cuando se presente el estado de shock.
Pensar en ello, no nos hace aves de mal agüero como popularmente se dice, nos hace participes de una realidad que no nos enseñan en la escuela ni en la universidad. La muerte no elige qué puerta tocar, qué clase social irrumpir, qué cantidad de problemas personales tienes, la muerte no solo llega por edad o por enfermedad, llega en el momento menos esperado a demostrarte de qué estas hecho y qué puedes llegar a superar.
Si tienes a alguien cercano que esté pasando por un duelo, acompáñalo, quiérelo, bésalo, demuéstrale que estás ahí para él, recuerda que no siempre son necesarias las palabras si no la cercanía. Si detectas que el dolor se sale de las manos, que hay comportamientos extraños que se expresan en contra de lo que conoces de esa persona y están afectando el curso normal de su vida, es tiempo de vencer el miedo y pedir ayuda profesional; así como vamos al medicó con dolencias físicas, hay profesionales en salud mental dispuestos a orientar caminos, alivianar dolores del alma y del corazón.
Con un amor especial para todas las familias y personas que agradecen el papel que cumplimos como psicólogos, en el dolor de perder con la muerte a las personas que más aman.
Psi. Jenny Peña Hernandez
Asesor Familiar de Duelo Bogotá